Nuestro propio techo de cristal
Ninguna nación se ha elevado por
Encima del nivel de sus mujeres
Margaret Sangster
No
descubrí el hilo negro, pero si el problema de las mujeres de mi generación:
hacemos mucho. No importa si es labora, personal, de pareja, realizamos trabajo
humanitario, nos solidarizamos con causas, cuidamos a los hijos o hermanos más
pequeños, somos políticas en casa, colonia, en la escuela o
militamos en algún partido, salimos con las amigas, procuramos a la familia,
organizamos reuniones y eventos, siempre tenemos algo que hacer.
¡Y
sí!, siempre hay algo que hacer, cargamos en nuestras espaldas una agenda de
pendientes, convivimos con ella desde muy temprano, pero es que simplemente
muchas son y somos así.
Las
mujeres debemos y podemos hacer de nuestras vidas lo que queramos para nuestro
desarrollo profesional y personal, no es que nos guste hacer todo, pero
las mujeres de mi generación hemos crecido con las ganas de comernos al mundo,
de no pasar desapercibidas por la historia y no quedar como tantas mujeres,
heroínas o villanas anónimas que han ayudado a escribir la historia de nuestro
país.
Nos
queremos comer el mundo eso es cierto, somos en muchos casos “el ajonjolí
de todos los moles”, pero crecimos en una sociedad que nos decía que para ser
vistas tenemos que ser más altas, hablar más fuerte, opinar más y trabajar más
duro, la verdad así ha sido, en la mayoría de los casos (no en todos) aún nos
tocó ese control paternalista en nuestros hogares donde la participación activa
fuera del hogar era impensable para una mujer.
El
problema radica que nosotras nos volvemos nuestro propio techo de cristal, la
doble o triple jornada, el intercalar los tiempos y los pendientes, acaban con
nuestra vida familiar y sentimental. Hemos salido de esa vida privada, para
enfrentar una vida pública que nos exige más, trabajar, cuidar casa, ejercitarse,
procurar las amistades y siempre con una sonrisa. Llegamos a ese momento en que
la presión de la pareja o de la familia es tanta que nos preguntamos ¿lo qué
hacemos vale la pena?, ¿tanto tiempo para qué?, por que al final si no hacemos
una cosa u otra bien o decidimos posponer otra (como el matrimonio o los hijos)
somos malas mujeres que no atendemos nuestras responsabilidades como “mujer”.
Es
irónico no creen, pedimos salir y al salir nos encontramos con esto, nuestras
propias ganas de superarnos se ven coartadas por intentar ser “buena”, en
intentar ajustar nuestros tiempos, en desahogar pendientes, en hacer como que
no escuchamos el teléfono en plena cita.
El
rol que hemos asumido en la sociedad nos da muchos beneficios pero también tristezas,
debemos saber combinar ambas cosas y sobretodo contar con el apoyo de nuestras
parejas o familia, no es que tengamos que dejar de hacer o sacrificar, pero
debemos saber mezclar lo mejor de ambos y darle prioridad a las cosas.
Queremos
romper ese techo de cristal que nos formamos nosotras mismas, por que ser mujer
y ser feminista no implica sacrificios.
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