(re) encuentro Mujeres que Luchan, parte 1
Este texto forma parte
de una serie de artículos que podrás leer en el Blog de Angie y en
Quintaesencia acerca de mi experiencia en las montañas del sureste de Chiapas
donde se desarrolló el 2do Encuentro de Mujeres que Luchan organizado por las
mujeres Zapatistas a finales de diciembre del 2019.
Estas son mis palabras, lo que observé y sentí, llenas de amor, lucha pero también de un privilegio al ser una mujer de ciudad que pudo pagar para realizar este viaje. Mi invitación es que reflexionemos y luchemos juntas.
Estas son mis palabras, lo que observé y sentí, llenas de amor, lucha pero también de un privilegio al ser una mujer de ciudad que pudo pagar para realizar este viaje. Mi invitación es que reflexionemos y luchemos juntas.
Estamos muy contentas de que hayas podido llegar hasta nuestras montañas.Y aunque no hayas podido venir, también te saludamos porque estás pendiente de lo que pase aquí en este segundo encuentro internacional de mujeres que luchan.Lo sabemos bien que sufriste para llegar hasta acá.Lo sabemos bien que tuviste que dejar a tus familias y amistades.Lo sabemos bien que te costó tu esfuerzo y tu trabajo para conseguir la paga para poder hacer el viaje desde tu geografía hasta la nuestra.Pero también lo sabemos bien que tu corazón está un poco contento de que aquí te vas a encontrar con otras mujeres que luchan.De repente tal vez te ayude en tu lucha el escuchar y conocer otras luchas de como mujeres que somos.Fragmento del discurso de Inauguración por la Comandanta Amada, desde el semillero “Huellas del caminar de la Comandanta Ramona”, Caracol Torbellino de nuestra palabra, montañas zapatistas en resistencia y rebeldía.
No sé qué hora era, probablemente
las 9, 10 u 11 de la noche cuando nos
subimos a la parte trasera de la camioneta conducida por una chofera y nos
llevaron entre las montañas de Chiapas, 1.5 kilómetros para llegar del Caracol
al Semillero. El silencio era profundo, las copas de los árboles nos ocultaban
de todo, a lo lejos unas luces de esas que se usan de decoración navideña nos
indicaban a donde debíamos de llegar, el cielo increíblemente iluminado por
todas esas estrellas que se ocultan en las ciudades. El silencio, solo eso y
las voces que cuchicheaban asombradas, entre el miedo a lo desconocido a lo que
nos esperaba, nos adentrábamos a territorio zapatista.
Metí mis manos a la chamarra,
temblaba no de frío.
Me enseñaron a tenerles miedo, crecí
viendo en la tele a esos “hombres malos” que se escondían detrás de un
pasamontañas, escuché a mi padre y tíos hablar del movimiento zapatista en las
comidas, eran las personas que estaban en contra del “buen gobierno”, del
desarrollo, crecí viéndolos, crecí temiéndoles.
Entramos al semillero y un cartel
amarillo de “NO HOMBRES” (aun así se registraron 26 hombres) nos recibió,
avanzamos un sendero de no más de unos metros, el ruido, la plática, las
linternas que caminaban nos recibieron, al estacionarse la camioneta volteé y
varias muchachas de uniforme verde, pasamontañas nos recibieron con un “¿le
ayudo?” eran milicianas que nos daban la bienvenida y ayudaban a bajar las
cosas, ayudaban a estas citadinas que no saben viajar ligero, chicas que no
median más de un metro y medio y probablemente no pasan de los 15 años.
Ellas era a las que tenía miedo,
a las que el sistema, mi educación me había dicho que debía temerles, que iban
en contra del bienestar social y de lo correcto, de lo establecido, lo que
encontré aquel invierno de 2019 fue todo lo contrario a lo que me habían dicho,
un semillero que funcionaba en la colectividad y comunidad, donde los espacios
eran el ejemplo de construcciones comunitarias. Ellas que llevaban a sus hijas
e hijos amarrados en la espalda con el reboso, las que puntualmente se despertaban
a las 7am (hora zapatista), nos cuidaron, alimentaron durante los días que
transcurrió el encuentro. No debían, no tenían, pero nos dijeron aquí está el
espacio, reúnanse y propongan qué hacemos por qué nos están matando.
Esas mujeres a las que llaman
indias, a las que menosprecian por su color de piel y a las que me dijeron que
decía temerles reportaron en la inauguración que:
“Por eso, compañera y hermana, la cuenta que nosotras te traemos es que en nuestras compañeras en este año no hubo ninguna asesinada ni desaparecida.Sí tenemos algunos casos, según la última reunión que tuvimos, de violencia contra la mujer.Y lo estamos viendo de castigar a los responsables, hombres todos ellos.Y no sólo lo están viendo las autoridades autónomas, también lo estamos viendo como mujeres zapatistas que somos”
Fragmento del discurso de Inauguración por la Comandanta Amada, desde el semillero “Huellas del caminar de la Comandanta Ramona”, Caracol Torbellino de nuestra palabra, montañas zapatistas en resistencia y rebeldía.
Para llegar a Altamirano nos
encontramos con un camino lleno de baches y hoyos donde bien podía caber un
coche pequeño, la población está divida entre quienes están con el movimiento zapatista
y quienes están con el gobierno, reciben sus apoyos esos que la 4T les ha
llevado (y no dudo que otras administraciones también) para tener felices a las
personas, a lo largo del camino podíamos ver terrenos con leyendas de que eran
propiedades en resistencia y rebeldía.
Desde el templete donde estaba el
audio pasé horas mirando las milicianas,
como se comunicaban, como convivían, como trotaban siempre a la misma hora con
su plato y vaso para ir por sus alimentos. Debajo de sus pasamontañas eran
chicas que creían en una causa y que luchaban por ella, como yo, como mis
compañeras, no éramos distintas somos mujeres que luchan.
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