(re) encuentro Mujeres que Luchan, parte 2
Este texto forma parte
de una serie de artículos que podrás leer en el Blog de Angie y en
Quintaesencia acerca de mi experiencia en las montañas del sureste de Chiapas
donde se desarrolló el 2do Encuentro de Mujeres que Luchan organizado por las
mujeres Zapatistas a finales de diciembre del 2019.
Estas son mis palabras, lo que observé y sentí, llenas de amor, lucha pero también de un privilegio al ser una mujer de ciudad que pudo pagar para realizar este viaje.
Mi invitación es que reflexionemos y luchemos juntas.
Estas son mis palabras, lo que observé y sentí, llenas de amor, lucha pero también de un privilegio al ser una mujer de ciudad que pudo pagar para realizar este viaje.
Mi invitación es que reflexionemos y luchemos juntas.
Es
difícil explicar está parte, lo que se vivió, sintió, las experiencias y como
cada una de las mujeres que coincidimos nos (me) cambió por muy mínimo que
fuera pero nos cambió.
Nos
enteramos de la convocatoria en Septiembre (19 de septiembre) y conformamos un
grupo de organización e interés para asistir a finales del mismo mes, nos
reunimos para evaluar la mejor forma de llegar todas juntas. Las opciones eran
varias, hacer escalas, encontrar algún vuelo, rentar una van o un camión. Nos
decidimos por un camión aunque el reto de permanecer juntas y encerradas en un autobús
durante 24hrs era mucho.
Con perdón, hermana y compañera, pero eso es una estupidez muy grande. Todavía que tenemos que luchar contra la discriminación en la casa, en la calle, en la escuela, en el trabajo, en el transporte, con conocidos y con desconocidos, aparte es que dicen que buscamos morirnos. No, no morirnos, sino que nos violen, que nos asesinen, que nos descuarticen, que nos desaparezcan.
Fragmento del texto de Convocatoria al Segundo Encuentro de Mujeres que Luchan.
La
planeación no quedo sólo en eso, el costo que habíamos estimado por persona era
bajo, la intensión era que todas fuéramos y tampoco sabíamos si todos los
lugares se iban a ocupar (además consideramos que las niñas y niños menores de
12 años hijes de nuestras compañeras viajaran gratis) por lo que teníamos que
realizar eventos para que el viaje fuera económicamente accesible, nos
organizamos, fuimos creativas y buscamos gestionarnos. Acudir al llamado de las
zapatistas no era un viaje de placer o turismo requería mucho más.
Y
lo habíamos entendido, llegamos juntas (y no me refiero a juntas físicamente)
Entonces queremos que vengas y que digas claro tu denuncia. No para que la escuche un juez o un policía o un periodista, sino que para te escuche otra mujer, varias mujeres, muchas mujeres que luchan. Y así, compañera y hermana, tu dolor no esté solo y que se una con otros dolores. Y de tantos dolores que se unen no sale sólo un dolor muy grande, también sale una rabia que es como una semilla. Y si esa semilla se crece en organización, pues el dolor y la rabia se hacen resistencia y rebeldía, como decimos acá, y dejamos de esperar a que nos toque o no nos toque la desgracia, y nos ponemos a hacer algo, primero para detener esa violencia contra nuestra, luego para conquistar nuestra libertad como mujeres que somos.
Fragmento del texto de Convocatoria al Segundo Encuentro de Mujeres que Luchan.
Llegamos
una noche antes, armamos en la oscuridad las casas de campaña, entre la
inexperiencia y la paciencia de las que ya lo habían hecho nos metimos a dormir
entre la curiosidad de saber que estaba sucediendo, qué nos encontraríamos a la
mañana siguiente en un terreno desconocido cobijadas por las miles de estrellas
que se veían desde nuestro pedacito de terreno en resistencia y rebeldía.
A
las 6am hora Aguascalientes (7am hora zapatista) las cumbias desde las bocinas
del templete nos despertaron.
Desde el campamento al despertar. Foto Angie Contreras |
El
primer día fue abrumador, había todo y nada. Mujeres de todas las latitudes
caminaban, se encontraban y sorprendían como yo de todo.
Al
medio día fue la inauguración, la Comandanta Amada (que bello y simbólico
nombre ser recibidas con tanto amor) nos dirigió un mensaje (uno de los mejores
que he escuchado) certero, directo, fuerte y esperanzador.
Puedes leerlo aquí
Después
un ejercicio musicalizado por cumbias, al compás de la música de 17 años (varias criticaron que usaran una
canción de este tipo para una inauguración de un evento de mujeres pero me
parece que re significar las cumbias es vital y más porque es la música del
pueblo) las milicianas marcharon moviéndose a lo largo de la cancha. Al
finalizar un performance donde las milicianas hacían un caracol alrededor de
una niña que estaba desprotegida, su misión era proteger.
Nosotras
teníamos que decidir cómo íbamos a hablar, organizarnos, denunciar y
escucharnos, ellas nos daban el espacio. El primer día nos dijeron era dedicado
a las denuncias, el segundo a compartir lo que hemos hecho desde nuestras geografías,
el tercero dedicado al arte y deporte.
No
había organización, cada quien subía al templete y avisaban a qué hora quería hablar
de cierto tema, dónde nos encontraríamos: en la carpa azul, en la cancha, frente
al comedor de las milicianas.
Nos
habían dicho que una forma distinta de organizarnos era posible y lo estábamos viendo.
Por
un momento mi voz se quedó callada y mi
corazón revolucionaba en cada latido, las manos me temblaban y un nuevo tipo de
ansiedad me abrumaba (en ese momento no sabía cómo llamarlo), no supe que hacer
así que no hice nada y caminé, caminé entre todas las mujeres y su diversidad,
entre los idiomas, el aroma de leña y las montañas solo eso, las montañas que
nos ocultaban.
No
sabía qué hacer con tanta vibra femenina, me saturé, me rompí en medio de las
montañas del sureste mexicano y me deje ir, toda la formalidad, estructura, seriedad,
todo lo que durante años me habían dicho paso A, B y luego C no tenían sentido,
me desarmé y cada día volví a armar los pedazos de una semillita distinta que surgió
en un semillero.
Lo
que paso en los días de las actividades, lo que se decía, dijo y pensó se los compartiré
en el próximo texto.
En el templete, foto por Angie Contreras |
Estuvimos
en un caracol rodeadas de mujeres que en su lucha contra el olvido se han
organizado y nos cuidaban, vivimos durante varios días en un semillero, éramos
(fuimos y somos) semillitas que entre nuestro dolor, ausencias, tristeza y
coraje nos organizamos, acompañamos y cada una desde nuestra geografía
seguiremos luchando y sabiéndonos juntas.
No
somos las mismas que subimos esa tarde del 25 de diciembre al camión, lo que
vivimos nos marcó, dejamos una parte de nuestros corazones en las montañas o
las montañas se pintarán en nuestras pupilas, no, no somos las mismas las que regresamos
tras 23 horas de viaje, algo se rompió y se volvió a armar mientras atizaban el
fuego del arroz con leche, mientras bebíamos café del de 7 en el templete
escuchando las voces de ellas, no somos las mismas que caminábamos con el
corazón más ligero y dedicar todos nuestros sentidos a absorber la energía femenina
del lugar y no dedicarla a sobrevivir como en las calles de nuestras ciudades.
Un
mundo para las mujeres es posible, después del encuentro nada será normal y eso
esperamos que nada sea como antes pero todo sea posible.
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