Viajo sola, Puebla
“Había una luna a
medias noche que desquició para siempre los ordenados sentimientos de la
tía Inés Aguirre. Una luna intrigosa y ardiente que se reía de ella. Y era tan
negro el cielo que la rodeaba que adivinar…” Ángeles Mastretta., fragmento del
libro Mujeres de ojos grandes.
Me enamoré de Puebla por
las palabras de Ángeles Mastretta, no recordaba porque quería aventurarme a
recorrer sus calles y perderme en sus casas de colores, pero sabía que debía ir
a despedir el año. Mujeres de
ojos grandes, era el libro de pequeñas y muchos relatos de mujeres que
vivían su vida con pasión, en el hogar, el amor y esa cotidianidad donde nadie
cree encontrar a heroínas, entre las ollas, tazas de café y muros
des-afortunados- estaba la historia de Puebla.
En el invierno del 2016,
esa noche de navidad aún con el sabor de recalentado tomé mi maleta colorada
-mi vieja amiga de aventuras- y partí.
Algo tienen los caminos
que cada viaje es un nuevo descubrimiento, tomé la decisión de irme dos días
antes y como siempre, antes de cada viaje ese nudo en el estómago que me decía
“quédate”.
Tuve que llegar primero a
la Ciudad de México para transbordar y tomar el bus que me llevaría a Puebla,
me encontré con una central norte llena de voces, el rechinar de las ruedas
sobre el piso entre los pasos rápidos de los que ya se iban, los que llegaban y
los que esperaban, un café, correr por el pasaje, sortear maletas, brincar
bultos, un carrera de obstáculos.
8 horas y media de viaje,
20 minutos para llegar al pequeño y pintoresco hotel que estaba a dos pasos de
la catedral, esa imponente catedral de muros y columnas.
Tomé un Uber desde la
central (en la que por cierto me perdí) para llegar al Hotel “La Alhóndiga” que
se encuentra ubicado en un callejón entre la Avenida 2 y la Avenida Reforma,
las fotos que encontré no le hacen justicia al lugar, al llegar puede ser
engañoso, pero después de subir las escaleras te encuentras con un espacio
abierto blanco-azul y como las casas viejas una fila de cuartos y en el centro
un jardín, entre la plática y plática, el uber se sorprendió de que viajara
sola, y no por el hecho de la seguridad “es muy seguro Puebla” me dijo, sino
“¿por qué viaja sola?”.
Tenía un plan hecho, en el
mapa marcados todos los espacios que visitaría, museos, restaurantes,
actividades, entre un amigo y las recomendaciones en varias páginas el tour
estaba garantizado, tenía dos días para caminar, comer, probar, entrar y salir
de cuanto museo me diera oportunidad.
Un año atrás había hecho
lo mismo, subí calles empinadas, entre callejones para despedirme por última
vez de “él”, esta vez me encontré en la Explanada de los Fuertes de Loreto que
tiene una asombrosa vista panorámica de Puebla -en la noche se ve precioso- y
me repensé.
Viajar sola tiene su
encanto y su peligro, sin duda ser mujer y aventurarme a caminar sola es
peligroso, debemos cuidarnos la espalda al mismo tiempo que observo por donde
piso, pero no por eso nos vamos a privar de viajar y conocer.
No es cuestión de ser
egoísta o envidiosa, de ser una ermitaña -probablemente pienso eso para
justificarme- pero, darnos la oportunidad de conocernos “a nosotros mismos” y
de “estar con una misma” es una oportunidad que debemos experimentar.
Con Puebla cerré un año de
viajes e inaugure otro, fue un espacio para verme y decidir a dónde me están
llevando mis pasos, el sabor que le doy y el significado de los mismos, eso
también es empoderamiento, eso también es una libertad que como mujeres
deberíamos de poder tener sin miedos.
Capilla del Rosario, Capilla del Arte, Barrio del Artista, Mercado
Parián, Teatro Principal, Casa de los Hermanos Serdán, Biblioteca Palafoxiana,
Museo Amparo, Museo Poblano de Arte Virreina, Museo de los Secretos de Puebla,
Museo Casa del Alfeñique, Catedral, Museo de la Evolución, Museo de la no
Intervención del Fuerte de Loreto, Teleférico, Estrella de Puebla y un montón
de Museos.
Espero poder compartir mis
viajes y aventuras, solo el tiempo dirá como pinta eso, por el momento invito a
todas a no tener miedo, a tomar su maleta, a planear y sobre todo a vivir esas
experiencias, por que en verdad lo son y en la medida de que nosotras salgamos
eso será nuestra bandera para decir “ya basta” los miedos no nos pueden tener
cautivas.
Viajar sola nunca me ha dado miedo, al igual que tu lo disfruto y me gusta poder caminar a mis anchas las ciudades como si sólo las calles y yo existiéramos.
ResponderEliminarMéxico no es el de antes, pero antes tampoco era seguro. Sólo que en la redes no circulaban las historias de miedo que nos han dejado cicatrices.
Felicidades, que sea así siempre, que no nos de miedo viajar, ni estar, ni vivir, ni sentirnos solas, porque en el fondo, siempre nos tenemos a nosotras mismas. Somos quienes estaremos en la buenas y en las malas presentes y a pesar de todo.
:)
definitivamente tienes razón, pero lo más bello es sin duda amarnos a nosotras por lo que somos: nosotras.
EliminarTenemos pendiente un café :)