Mariquita, mi abuelita
Únicamente esperaba esa llamada, cuesta
trabajo entenderlo pero después de varios años solo esperábamos el descanso en
paz.
A mí me encontró en Guadalajara con los amigos, a ella en su casa, esa
casa donde crió a sus hijos de sangre y adopción, aquella casa, la del árbol
grandote, la que tiene la habitación que da a la plaza San Marcos y de niña por
ahí me asomaba a ver cuando entraban los señores de trajes brillantes.
Tal vez nunca lo supo, pero fue el
pilar de una familia. Mi historia y la historia de mi familia se pueden contar
por esa mujer, una que dejó su familia para venir a Aguascalientes a iniciar la
suya.
Para mí, la fortaleza de las mujeres de mi familia me inspira, mi abuela
acepto un rol y lo desempeño hasta el final.
Sus últimos años mi abuela estuvo en casa, rodeada de la familia,
vecinos, amigos, ella la que recibía a los bebes, la que enseñaba a cobijar de
taquito, la que cuidaba a los enfermos y para todos siempre tenía un plato de
fideos, un taco de frijoles y un vaso de agua de sabor
Para mí era simplemente mi abuelita, la que ponía más choco milk al vaso
de leche, la que me enseñó a tortear y preparar mole, la que me enseñó que en
la mesa salsa de molcajete es obligatoria.
Mi abuela nos dejó una última lección
antes de irse: la familia.
Con su partida, nos unión a toda la familia de todos los rincones para
pasar el último y el primer día del año juntos.
Esa noche no hubo copas de vino, pavo o
música, la última noche del año recibimos abrazos, estuvimos juntos como la
familia que siempre deberíamos de ser.
Gran parte de lo mejor que hay en nosotros está ligado a nuestro amor a la familia, que sigue siendo la medida de nuestra estabilidad porque mide nuestro sentido de la lealtad. Todos los otros pactos de amor o temor derivan de ella y se modelan sobre ella. Feliz año y buen inicio
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