Menos machismo, más sororidad
La semana que concluyó tuvimos un tema en la agenda
pública que ha ocasionado que una vez más salgamos a debatir y explicar por qué
la violencia a la mujer debe erradicarse.
Si bien no voy a entrar en detalles y dejaremos que las
autoridades hagan su trabajo, sí creo pertinente y necesario hacer varias
reflexiones sobre el tema.
Como feminista pero sobretodo como mujer siempre voy a
creer y apoyar a toda mujer que alce la voz para denunciar violencia, acoso u
hostigamiento.
Este caso nos abre la venta a muchas reflexiones, en
nuestro lindo Aguascalientes como sigue pasando en muchos estados del centro del
país la violencia es normal.
El problema es que hemos normalizado este problema, no es
que “algunas mujeres” les guste la violencia, no es que este bien para algunas,
para nada, la violencia se ha hecho “normal”, reproducir y ver este tipo de
agresiones es lo más normal.
Algo que me preocupa y me apura como feminista es que
las mujeres seguimos siendo más machistas y menos sororidarias, más allá de ser
o no feminista, pocas veces volteamos a exigir a movilizar y a pedir justicia
para todas y no, no es necesario que solo las activistas lo hagan, todas desde
la denuncia en nuestra familia, trabajo, escuela podemos hacer esa diferencia.
En una reflexión que hizo Tania Magallanes, jefa de
información de la Jornada en su muro y que fue replicado en la columna de La Purisima
Grilla…Sin Payasadas el 6 de setiembre e di cuenta de la falta de sororidad
que tenemos las mujeres de Aguascalientes.
“¿se acuerdan cuando en el 2015 el priista Gregorio Zamarripa presuntamente golpeó a su esposa, o cuando el año pasado el expriista Pepe Proa presuntamente golpeó a su novia? Ahora que el priista Daniel Galván es acusado de lo mismo –presuntamente-, me queda el desasosiego en el alma del porqué a veces hacemos toda una campaña para evidenciar a estos personajes públicos, de cuándo sí y cuándo no hablamos del tema, pues en estos días este caso lo he visto solo como un chisme más, sin hashtags, sin exigencias, sin apoyo a esta última víctima –presuntamente, ya, ya lo dije-. Porque, bueno, estos casos parecen cosas de priistas, pero lo cierto es que hay cientos en la ciudad que van por donde mismo, desde otros partidos, institutos, gobiernos, pero todos con la misma importancia. ¿O qué?”… Sí, ¿o qué?
¿Dónde está nuestra voz cómo mujeres para apoyar este tipo de causas?
No estamos para cuestionar si la historia es cierta, si
fue su culpa, si ella golpeo primero, estamos para que pese lo que pese nos
demos la mano.
Hoy las invito amigas a que no nos quedemos calladas, los
últimos dos años mujeres de México, América Latina y el mundo nos han dado cátedra
de que juntamos somos invencibles y que solo denunciado vamos a lograr.
¿Cuántas veces nos han dicho que Aguascalientes sigue
siendo “pueblo quieto?, ese estado donde todavía todas y todos nos conoceos
donde los chismes vuelan más rápido que la velocidad de un tweet, aprovechemos
esa complicidad y alcemos la voz para denunciar a los acosadores, a los hombres
que violentan, golean, hostigan en la oficina, vía pública, casa.
Alcemos la voz y apoyemos a las mujeres que denuncian, no las dejemos solas, no juzguemos ni cuestionemos sus actos.
Dejemos de aprender y replicar el machismo, aprendamos
más de la sororidad.
Estábamos por iniciar la clase de pole, entre la charla platicamos
de los casos de acoso que hemos vivido, todas teníamos una historia que contar,
todas nos habíamos sentido humilladas, ultrajadas, nos sentíamos poca mujer,
una de las compañeras dijo “que mal ser mujer”, no, no está mal ser mujer, está mal que en el 2018 sigamos defendiendo que
la violencia en el hogar, noviazgo, trabajo es normal, está mal que en el 2018
sigamos luchando por garantizar nuestra vida y nuestros derechos.
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Considero que más que machismo, se trata de sexismo. Te daré un ejemplo que quizás parezca ridículo, pero es del todo sexista: mi prometido es algo mañoso con la comida, fuimos por unos hotdogs (aquí los preparan hasta con aguacate) y pidió el mio con todo y el suyo sin cebolla, sin aguacate, sin mostaza. Pues cuando lo llevan a la mesa, la mesera asumió que el que venía sin todo lo anterior era para mí, simplemente por la costumbre. Eso fue aunque simple, bastante sexista, nos ha pasado igual a la hora de pedir bebidas, mientras yo prefiero una cerveza y él prefiere una cocacola... Pero sí, hace falta muuuucho para cambiar ese ''chip'' en nuestra sociedad.
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