Romantizar el día de las madres y otras reflexiones
Hago
la aclaración, no soy madre y por el momento me planteo no serlo.
Mis palabras vienen de mi propia experiencia como hija,
de ver a mi madre, a mis amigas madres.
Crecí
entre muñecas y viendo en la televisión que las mujeres cargaban bebes, crecí
viendo a mis tías las “quedadas” que su vida era infeliz por no tener hijas e
hijos, crecí viendo a mi madre y mis tías sin poder sentarse a la mesa a comer
en un plato propio porque primero debían alimentar a las y los hijos, era más
practico que comieran del suyo.
Estimadas
personas lectoras, en varias ocasiones les he contado que constantemente me
cuestionó mi feminismo y mi ser mujer, la maternidad es uno de los temas que me
cuestiono.
Agradezco
a mis compañeras de Cultivando Género, a mi comadre, a las amigas que me han
compartido su maternidad, ellas son madres y en los últimos años las he leído y
hemos tenido que –sobretodo yo- entender, reflexionar y empatizar desde esas dinámicas.
Ser
madre en México y en América Latina es una exigencia, es un modelo muy
idealizado de perfección que a todas nos pesa.
Ser
madre significa que cumpliste con el rol, ser mujer, por lo tanto, significa
ser madre, en algún momento de la vida lo serás y si no le haces caso al reloj te
lo va a recordar y ahora hablo desde mi experiencia, el constante
cuestionamiento de “y los hijos para
cuando”, “cuando seas madre lo entenderás”.
Desde
hace unos años Aguascalientes se ha sumado a las manifestaciones por la
despenalización del aborto pero no solo nos referimos a abortar, el tema es más
profundo y menos trivial de lo que grupos fundamentalistas y algunos medios
quieren hacernos ver, es hablar de maternidades, de la maternidad desde la
decisión, el respeto, el amor y el acompañamiento, es hablar de la violencia
obstétrica –tan estigmatizada, normalizada y oculta-, de la depresión pos parto
que es una realidad que afecta a muchas y sus hijas e hijos y claro es hablar
de quienes no desean ser madres, por no contar con el recurso, por no querer.
El
instinto materno es un producto con etiqueta y envoltura llamativa que nos han
vendido para hacernos creer que todas las mujeres estamos obligadas a ser
madres, lo que sí existe es la decisión, la autonomía.
Pero
ojo, hablar de maternidades tiene muchas aristas, la mía tiene este privilegio
desde una reflexión de autonomía, pero mi realidad no es la misma a la que
viven mujeres en las periferias u otros municipios.
Para
muchas la maternidad es la opción a la autonomía, a formar su propio hogar,
para otras la maternidad es parte del amar, y está bien, cada una decide desde
donde habla y vive su maternidad.
Lo
que si es cierto es que debemos verla como eso, ser madre no es romántico, ser
madre es trabajar varias jornadas, pero seguimos sin verlo como trabajo porque
el amor de una madre es infinito y parece que ellas nunca se cansan. Eso sí
deberíamos abolir.
El
10 de mayo hablemos de las madres que buscan a sus hijas e hijos desaparecidos,
a las madres cuyas hijas fueron asesinadas y que buscan justicia ante feminicidios
y un estado ciego y sordo que nos sigue viendo como madres que esperan la
licuadora.
Abrazar,
comer con la madre no está mal, hagámoslo, pero reflexionemos sobre cómo
vivimos la maternidad desde la decisión y como compartir sin imponer a otras
mujeres nuestra forma de ser madre.
El
10 de mayo es un día de lucha que se ha vendido con un ramo de rosas, yo me
sigo pensando y aprendiendo como hija, como una mujer que materna desde el
acompañamiento, que acompaña a las maternidades, que busca espacios colaborativos
de trabajo donde las maternidades sean libres y que respeta la decisión de cada
mujer sobre su cuerpo.
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