Recordando a mi yo adolescente y a una panda roja.
Sí, a mis 12 años creía que tenía todo el poder del mundo, que ya no era una niña por que caminaba sola a la secundaria, me doblaba la pretina de la falda para subirla unos cuantos centímetros más, me avergonzaba cuando algo no salía bien, sentí mariposas en el estómago, fui un mar de emociones descontroladas (como lo fuimos todas a esa edad) y canté súper fuerte: Arrivederci mi amor, Bye, bye. Yo también fui de esas adolescentes, que se enojaba por todo, que lloraba por todo, no le contaba nada a mi madre pero “todo bien en la escuela”, era la hija perfecta –o al menos eso intentaba-, y ponía a todo volumen los discos –piratas- de UFF, Sakira, OV7, y cantaba imaginando que estaba en su concierto, recortaba las fotos de las revistas y escondía los posters debajo de la cama por que no podía pegarlos en las paredes, en la papelería de la esquina comprábamos blocs que tenían impresas las caras de la boy band UFF y soñaba con verme como las chicas de las revistas. Y claro, no...