Recordando a mi yo adolescente y a una panda roja.
Sí, a mis 12 años creía que tenía todo
el poder del mundo, que ya no era una niña por que caminaba sola a la
secundaria, me doblaba la pretina de la falda para subirla unos cuantos
centímetros más, me avergonzaba cuando algo no salía bien, sentí mariposas en
el estómago, fui un mar de emociones descontroladas (como lo fuimos todas a esa
edad) y canté súper fuerte: Arrivederci mi amor, Bye, bye.
Y claro, no teníamos celular, nos mandábamos notitas entre clases con mucha cautela para que no nos cacharan, sino teníamos que leer los papelitos frente a todo el grupo, suspirábamos por el chico guapo de la secundaria y nos imaginábamos cómo sería nuestro primer beso, y sí, también moría de vergüenza cada que me lo encontraba o de miedo cada mes al menstruar y temer que al levantarme de la silla una mancha roja aparecería, oso mil.
Este fin de semana vi la película Red, reí, me emocioné, y me sentí identificada en cada una de las escenas y diálogos, porque justo tenía la misma edad que la protagonista, porque sentí, recordé y viví muchas de esas escenas, porque yo fui una panda roja y son pocas las historias donde le hablan a las adolescentes, a esa etapa que muchas personas creen que es un caos –realmente lo es- y que ven a las personas adolescentes como descontroladas o locas, sino como personas que están en un cambio y que todo se mueve.
Y por qué las historias que vemos siempre tiene un sesgo, desde la mirada adulta, desde lo que las personas adultas creen que es la adolescencia y luego vemos series que brincan los años y pasan de la primara a la universidad pensando que se llega así, rápido, sin tropiezos, pero todas, todes y todos sabemos que tropiezas muchas veces.
Yo también tuve esa gran discusión con mi madre, y no fue una fueron varias, desde la fiesta de cumpleaños sin supervisión adulta a la que no me dejaron ir por que no era segura, pero yo ya no era una niña, podía ir a esa fiesta.
El no poder vestir como quería, recuerdo mucho que siempre quise uno de esos collares de liga que se usaban, veía las fotos en las revistas, todas las traían, pero yo no, en casa decían que usarlas me haría ver como una cualquiera, compré una en secreto, se la encargué a una compañera que las compraba en la papelería de por su casa, se volvió mi tesoro y la usaba en casa cuando nadie me podía ver –eso era un reto por que compartía habitación con mi hermana y éramos 6 en la familia-
En otra ocasión recuerdo que estábamos en el pasillo, mi madre me veía muy fija, algo había pasado –no recuerdo el contexto- me decía que por que no confiaba en ella, ¿Dónde había quedado esa confianza?, no logro recordar que llevó a esa platica, pero ese recuerdo me vino con una de las escenas de la película.
Hay mucho que seguir hablando de la maternidad, de la crianza, de la adolescencia, de cómo todo lo hemos vivido desde la soledad –muchas veces-, con muchos miedos, con muchos prejuicios. También nos recuerda ese lazo tan maravilloso que hay entre las mujeres de la familia y las amigas, unas llegan sin anunciarlo, otras están siempre, pero están por ti y para ti.
Y al final está la analogía de encerrar o no a la panda roja, y es que a todas nos han dicho que tenemos que guardar nuestro sentir, lo que queremos, las emociones, cuantas veces nos han dicho que no demostremos lo que sentimos o que nos callemos si algo nos molesta “calladita te vez más bonita”, y me temo que yo encerré por mucho tiempo a mi panda rojo.
Pd. Las platas son los tamagochis de
nuestra época.
Pd 2. Quiero un tamagochi
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