Crónica de un Hospital 1er Admisión Hospitalaria, Batas verdes

“Parece panadería”, fue lo ultimo que dijo al momento de subirse a la camilla, una risita delato su travesura, volteo con los camilleros y les dijo – pero ustedes no digan nada-, ambos camilleros de bata azul rieron como buenos cómplices mientras empujaban la camilla al quirófano, ella no me vio limpiar de mi mejilla una lagrima delatora, pero yo si la vi, la vi alejarse…
Los treinta y cinco minutos que transcurrieron entre la admisión y la camilla fueron eternos, un pequeño cuarto de paredes amarillas y un ambiente con olor a medicamento en el pacientes y familiares aguardábamos el llamado del camillero.
Absolutamente todo era un ciclo, medido, organizado y rutinario, la enfermera leía el nombre del paciente, de memoria y sin dar tiempo de responder lanzaba una sarta de preguntas –edad, trae estudios, viene en ayuno, le encargaron donador- y todos respondían sistemáticamente, al terminar la primera fase la enfermera se levantaba de su escritorio y entregaba a cada paciente una bata verde parecida a una carpa de circo( en ocasiones preguntaba quien era el paciente, tal vez por que todos teníamos cara de enfermos) y una bolsa de plástico “ se quitan toda la ropa, incluyendo la interior, se quitan también las prótesis, la abertura de la bata va por detrás” recitaba la enfermera,- batas de locos- verdes, y entre tanta tela salían a la luz los secretos carnales, el pudor, la vergüenza, la pena y el escándalo se escondían dentro de ese pequeño cuarto amarillo.
El pequeño cuarto estaba compuesto por dos filas de sillas grises que un día fueron blancas así como por un escritorio donde la enfermera dejaba ver sus enormes ojos y recitaba sus preguntas, tras de este un pequeño cuarto donde median, pesaban y vendaban a los pacientes, eran en ese momento cinco personas más las que esperaban su turno en el quirófano…
Frente a nosotras una señora de avanzada edad, cabellos rizados y lentes que le hacían lucir unos ojos aun más grandes se cubría con la bata lo que la bata ya cubría, a su lado y como acompañante una sobrina, que decía una y otra vez, “se va a quedar, tienen que venir todos”, además, platicaban de su numerosa familia desde la tía Laura y el sobrino sacerdote que no los visita, fue curioso ver que al entregarle la bata a la señora, esta dejara encargada a su “bebe”, con ternura la señora dijo “depende de sus creencias, ella es la virgen bebe, muy milagrosa pero muy traviesa y si la dejo sola llora o se ensucia”, su “niña” estaría en los brazos de su sobrina lo que durara la cirugía, tal vez fue el semblante de incredulidad en nuestro rostro lo que termino con ese tema.
Poco después, llegó un pequeño de dos años diez meses, como dijo su mamá al responder a las preguntas de la enfermera, esta era su tercera operación y apenas tenía dos añitos.
La enfermera la dio la bata, el pequeño se prendió al pecho de su madre y al ver la bata comenzó a llorar, “recuerdos” dijo su madre, el niño no dejo de llorar hasta que su mamá lo arrullo y dormido llego al quirófano.
El ultimo en llegar esa tarde fue un señor que se sentó a mi lado, al respirar se movía todo, era como si algo le raspara los pulmones, arqueado en la silla aguardaba a ser mencionado, no tardaron mucho en darle su bata.
En ese mismo cuarto esperaban más personas pero mis pensamientos se concentraban en salir rápido de aquel lugar, afuera del cuarto el ambiente de hospital desaparecía el ruido reinaba entre los caritos de comida, basura y ropa sucia, el paso rápido de las enfermeras y doctores, la risa de los residentes, las lagrimas de los familiares… batas blancas, verdes y azules se mesclaban mientras nosotros seguíamos esperando al camillero en aquel pequeño cuarto.

Comentarios

  1. A mi los hospitales me gustan sólo los días que todos están en cada habitación con sus convalecientes. Me gusta ahí porque me puedo sentar en cualquier banca y disfrutar la frialdad del sanatorio vacío y tan pulcro. Me gusta ahí porque no hay gente corriendo como el resto de los días ni caras cargadas de preocupaciones... puedo echarme en la banca si quiero y nadie dirá nada, es lindo leer ahí... los teléfonos todos desocupados, el frío, el vacío... todo lo que me gusta.

    saluos!!

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  2. Hospitales.. el ultimo lugar que quisiera visitar... antes de una cama de piedra claro esta

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  3. Wow, qué fascinante relato, en lo personal siempre me han gustado los hispitales, los he encontrado verdaderamente fascinantes por todo lo que sucede ahi y que muchos nunca nos enteramos porque no nos incumbe; simplemente me fascinan!!

    Saludos Aki!!

    xD

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  4. Hola Aki!
    A mi no me gustan los hospitales, nunca me han gustado, recuerdo algo que me paso similar y la espera es agonizante, no, no, mejor no recordar.
    Espero que estes de lo mejor saludos

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  5. Aaaah!!1 los hospitales!!! los amo!!!... claro cuando trabajo en ellos .. por que de paciente soy fatal... toda esa gama que describes de risas y llantos al tiempo..de muerte y vida.. de esperanza y desesperanza... no se me hace girar y vivir... y respirar!! =)

    Besos!

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  6. Querida Diosa:

    Yo trabajo en un Instituto de Salud, aca en la Zona de Hospitales Tlalpan, uno de los mejores en su especialidad, te prometo que esta HARTO bonito, y ademas, somo bien calidos con los pacientes.

    Besos.

    Mariposa Errante.

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  7. Los hospitales no me gustan nada matarile rile ron, ojalá pronto dejes de tener que ir ahí.



    Saludos aki.

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