Mi hermana la sándwich



No recuerdo cuál fue mi reacción cuando me dijeron que sería hermana mayor, lo que si recuerdo es que una noche me llevaron a casa de mi abuela paterna. No entendía que pasaba solo que el volteado de piña por el día del padre se había quedado en el refrigerador.

Luego me llevaron a casa de mi abuela materna, fuimos a casa por ropa y regresamos a casa de mi abuela donde encontré a mi mama con un bulto que no se movía entre sus brazos, era una bebe cachetona muy dormidita.

Mi mamá con mis dos hermanas y conmigo pasó los primeros días en casa de su madre mi abuela para ser ayudada por las mujeres de su familia y la sabiduría de mi abuela en los cuidados para ella y de la recién nacida. Que bella sororidad.

No sé en qué momento tomé conciencia de que esa bebe era mi hermana, con los años veía en su cuna a la niña que años más tarde llego a quitarle las cabezas a mis muñecas, perderle sus zapatos a las Barbies y ser el motivo de muchos “Mamá (inserte su queja favorita)” yo me vengue despintándole los ojos a su muñeca Ariel.

Con los años fue mi compañera de juegos, construimos ciudades enteras entre bloques y casas de muñecas, fue mi bebe en los juegos de la casita y el experimento en mis primeros años de “cursos de verano”, pero también nos agarramos del chongo –literal-, tuvimos muchas peleas, malentendidos y bienentendidos, aplicamos la ley del hielo, nos molestamos, fastidiamos adrede y bueno nos pasó de todo.

Yo era la mayor y ella la menor, fuimos parte de ese círculo vicioso de compararnos, “ella si hace”, “ella lo hizo mejor”, “a esta edad ya hablaba”, “tu hermana saca mejores calificaciones”, “por qué no eres como tu hermana”, ella de vivir bajo la sombra de la hermana que tenía casi cuatro años más, de ser comparada y yo de la responsabilidad y ser el ejemplo a seguir (impuesta por ser la hermana mayor).

Nunca fuimos iguales, ni ella ni yo somos una copia, muchas personas ni siquiera nos asocian como familia, somos muy distintas, en vivencias, experiencias, gustos y metas. Y aunque fuimos criadas por la misma madre bajo los mismos principios cada una tomó aquello que consideraba mejor y lo ha aplicado al día a día.

Nunca seremos las mismas ni remotamente tendremos las mismas ideas, pero sabemos –ahora que somos mayores- que sin importar la edad y los caminos que hemos tomado que antes que nada somos hermanas.

Mi hermana no es mi amiga, es mi hermana y eso tiene un valor y un vínculo más importante. Somos cómplices y aliadas. Nunca podre igualar a sus amigas y amigos esas personas tienen una finalidad en la felicidad de mi hermana pero sabemos que nos tenemos la una a la otra.

No importa las parejas o amistades que se crucen por nuestros caminos, el vínculo que tenemos como hermanas es más fuerte y sin importar la distancia o el tiempo una y otra sabe de las lágrimas, sueños, miles de conversaciones, miedos y anhelos que nos han acompañado y acompañaran con los años.

Años después ahora como mujeres que nos enfrentamos con la adultez y sus retos es que nos damos cuenta de lo importante que es tenernos la una a la otra.









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