Desde el privilegio cruzando por la nostalgia Parte 1

 

Tengo que hablar de la nostalgia, del privilegio y de cómo me di cuenta que una me ha llevado a la otra por varios años.

En los siguientes textos en el #BlogAngie voy a desarrollar estos temas.

Soy una “buena” hija de una familia conservadora, católica y clase “forzada” media en Aguascalientes, estudié en un colegio de monjas porque mi madre y padre venían de esa generación del esfuerzo donde la buena educación es la base para poder ser alguien en esta sociedad.

Y es que desde siempre he sido una persona privilegiada, si privilegiada, el primer paso es reconocerlo, luego entender este privilegio para después ver qué hago con esto.

La escuela de monjas a la que iba no era el gran colegio de clase alta, era un colegio de religiosas que apoyaban en la comunidad y que su lema era servir.

Cuando yo entré se podía ver a muchas niñas y niños de clase muy baja, zapatos desgastados y los suéteres o muy grandes o pequeños heredados por hermanas y hermanos.

Como fueron pasando los años el colegio se fue llenando de esa clase de madres y padres trabajadores que como los míos buscaban una mejor educación y al ser un colegio más accesible económicamente que otros en el estado pues se fue llenando de coches ostentosos que iban por sus hijas e hijos a la salida, de tupper en el recreo, de zapatos de charol.

Mis hermanas y yo estudiamos en ese colegio con becas durante seis años.

Tenía dos beneficios a mi favor, vivía en el centro en una casa de dos pisos (hipotecada, pero eso no debía decirse) y mi color de piel es morena clara con un padre blanco con todo el porte de hegemonía.

Me he cuestionado el privilegio a partir de la lectura del ensayo de Dahlia de La Cerda en Tsunami 2 y como este me atravesó y me recordó varios momentos de mi infancia, lo justo en mi proceso es cuestionarme y recocer –me- en mi privilegio.

Cuando tuve que pasar a la secundaria, mis padres siguiendo con las buenas costumbres decidieron que tenía que ir a la secundaria que se encontraba a la vuelta de la casa, no podía continuar en Colegio por el costo que implicaba y tenía tres hermanas menores que seguían en primaria-kínder, fui a una secundaria general donde la realidad me dio una bofetada bien y bonita.

Y es de donde viene la nostalgia, la vida me dio cuenta que no era como me habían dicho en el Colegio. Me negaba a ir a esa secundaria porque había escuchado varias veces a mi padre decir que era peligrosa.

Pero mi privilegio me acompañó a la secundaria, era lo que esperaban que fuera, la niña de Colegio con la falda debajo de la rodilla, la que no sabía decir groserías ni entendía los dobles sentidos.  

Que complicado fue ese primer año. Estuve muy sola pero siempre combinada, moño y aretes.

Pero en verdad no lo era, esos años mi familia atravesó por una crisis económica, mi abuela nos ayudaba y todo tuvo que racionalizarse mucho.

Mientras luciera limpia, bien planchada y peinada cualquier cosa era posible o al menos cualquier simulación lo era.

Hace poco me dijeron que me veía como toda una privilegiada, esa frase me ha seguido durante varios días por lo que decidí volver a leer a Dahlia y reflexionarme. Sí, soy una privilegiada, hija de la cultura del esfuérzate estudiando, sin herencia, pero con otros privilegios, tampoco me voy a sentar a victimizar y decir pobre de mí, no es para tanto.

Hoy a mis treinta me descubro reflexionando todo eso que vi, pero no entendía. Ya les iré contando más.

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